julio 24, 2007

Ley de Dios. (Un relato de verano)


A sus 29 años, recien llegado a la carrera judicial, despues de largos años de estudio concienzudo, Fernandito había cumplido por fin la promesa que hizo a papá y a mamá y después de terminar la carrera se había metido con las oposiciones. Su fe en Cristo y su esfuerzo devoto habían servido para que Dios mediante ocupase una plaza de Juez en Chiclana, Cádiz. Fernandito erá metódico y reservado. Educado y competente. Observante de la moralidad pública y de las costumbres. La ley de los hombres, esa a la que él había dedicado sus mejores años, mientras sus compañeros se entregaban a los placeres mas edulcorados, no era sino una prolongación de la ley de dios. En ella estaba verdaderamente la cúspide de la jerarquía normativa. Constitución y leyes derivaban de los 12 mandamientos y de los evangelios, todo era palabra de Dios. Junto al Código Civil o la Ley de Enjuiciamiento Criminal, en su mesilla de noche no faltaron durante los años de carrera y oposición una biblia encuadernada en piel con letras de oro, regalo de mamá y un ejemplar de 'Camino' de san Jose María Escribá de Balaguer, que compró en la librería católica de la misma calle de la parroquia familiar. La ley de Dios no tenía posiblidad de interpretación. Solamente el Papa podía defenestrar el purgatorio. Era una ley universal, trascendente, única, la verdad revelada. Al lado de esto ¿qué era la ley de los hombres, sino una mera norma temporal que por imperativo moral debía de respetar lo que dos mil años de historia habían escrito a sangre y fuego? Su confesor y guia espiritual, un cura amigo de la familia que lo había guiado por el camino recto desde su mas tierna infancia le había ayudado a decidir que nunca, a pesar de las circunstancias, se apartaría de ésta forma de pensar y actuar. La ley de Dios debía guiar todas sus decisiones jurisdiccionales. Aun recordaba hoy leyendo los titulares de la prensa diaria que tildaban a Fernandito de frívolo y homófobo, las torridas tardes pasadas en las rodillas de su cura querido. Aquel que se entregaba a toda clase de atenciones hacia él. Aquella sotana rala que tan bien olía y aquellas manos suaves que tanto bien sabían hacerle. El primer desencuentro de fernandito con la indecencia se produjo años atras. 20 años exactamente. Recién aprobadas las oposiciones. Caminaba él por la playa practicando algo de deporte, por eso de mens sana in corpore sano, cuando entre las dunas topose con varias jóvenes cubiertas en el mejor de los casos por la prenda inferior del biquini y en el peor desnudas de cuerpo presente. Era 1987. El sólo tenía 29 años. ¿qué peor ejemplo para un joven católico? Esa visión hubo de acompañarle toda su vida. Marcando sin duda sus futuras decisiones. Recuerda Fernandito ya Juez y parte que esa actitud no podía quedar impune. Intentó buscar el refrendo bíblico y enseguida se formaron en su mente imágenes de prostitutas y mujeres adulteras lapidadas por la multitud. Inmediatamente decidió actuar en su condición de ciudadano honrado, de católico practicante, de hombre de bien. -señorita- buenos dias, saludó inclinándose levemente. Como ciudadano he de trasladarle mi profunda indignación y le invito amablemente a que se tape usted inmediatamente. Fernandito utilizó el tono firme y seguro que demostró ante el Tribunal de Oposiciones. Una voz firme, un tanto aguda, que él trataba de matizar con falsetes que quedaban un tanto artificiosos. La joven en principio un tanto embobada por el calor del sol -era finales de julio y las doce de la mañana en Chiclana- no acertó a centrar la vista en la cara de aquel tipo extraño, de palidez mortecina, que vestido con un chandal de dos piezas la observaba perpendicularmente. Por decirselo con buenos modales: vete a tomar por el culo. Eso era mas de los que Fernandito podía esperar. Decidió que el ciudadano -cualquier otro debería de haber actuado al igual que él- no debía de tener que ser ignominiado visual y verbalmente por aquella indecente rasurada. (que tiempo le dió a fijarse por otro lado en cada uno de los recovecos de aquel cuerpo turgente tostándose al sol, aunque rapidamente supo aplicarse el flagelo de recordar las manos inquietas su amigo el cura durante su etapa infantil y juvenil). Por ello inmediatemente telefoneó al cuartel de la Guardia Civil, trasladando al cabo de guardia, la necesidad de enviar inmediatamente una patrulla al lugar para proceder a la detención de una mujer o mujeres que estaban provocando graves altercados de escándalo público en la playa de Chiclana. -Le habla el Juez, había chillado, vengan inmediatamente. El cabo de guardia, nervioso por la impaciencia del señor Juez trasladó a sus superiores de forma inmediata la denuncia. Ni cinco minutos después una patrulla de la guardia civil, con varios agentes uniformados, una patrulla mas de la policía local, con varios policías a la carrera, se personaban en torno a Fernandito que había tratado en vano durante todo el tiempo transcurrido de comunicar a la joven desnuda los pormenores de la denuncia formulada y la consecuencias penales de su descarriada actitud. Señorita -no tolero, ni toleraré en un futuro que conductas como las suyas lesionen la dignidad de las personas. Es inaudito que usted, mujer y desnuda, permanezca ajena a lo que le rodea, como si del salón de su casa se tratase. La llegada de las policias concitó el revuelo en una playa tranquila. Acostumbrada a bañistas en bolingas, a familias enteras en pelota picada la detención de una joven en top less y otra desnuda de arriba abajo, concitó risas nerviosas y algun que otro altercado que se zanjó cuando un iracundo fernandito amenazó con detener a todo la playa, si esque así se respetaba la moralidad en el arenal que no dejaba de ser según explicó un lugar público, para el baño de sol y de sal, con ropa puesta. La ley permitió a Fernandito mantener en prisión a las dos chicas durante 72 horas. Tiempo suficiente para que el Juez de Guardia decidiese porner en libertad a las jovenes para mas adelante celebrar un juicio del que fueron absueltas. 20 años despues Fernandito obligaba a elegir a una madre lesbiana entre su hija o su novia. Ser lesbiana y madre no son posibles para Fernandito. ¿en qué lugar de la Biblia viene esto? -!Que me lo expliquen! piensa Fernandito cuando lee una y otra vez su ejemplar de La Razón que tan diligentemente mamá aun le lleva con el desayuno a la cama. Estaba vacunado. Sus largos años de catequesis, de confirmación, su guia espiritual, san escribá, el cardenal Cañizares, el nunca bastante pondenrado Monseñor Rouco, le habían advertido personalmente o con doctas pastorales que el camino de la verdad iba a estar lleno de obstáculos. Sólo la moralidad y si convenía la ley debían de guiar sus pasos como Juez. Fernandito, de baja médica, pensó que nada ni nadie, podían impedir su obra. Al fin y al cabo la obra de Dios. El seguiría actuando con la seguridad de que sus pasos estaban guiados por la verdad, por la única verdad. Lo peor de todo es que tiene razón. Podrá seguir haciendo lo que quiera. A este Juez sólo se le puede imponer una sanción disciplinaria que como mucho lo traslade de juzgado. Por cierto, que dios les pille confesados si al final lo llevan a otro sitio. La paz sea con todos vosotros.

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